Doña Yesita – El Palacete – Cuevas de Almanzora

No todos corrieron la misma suerte cuando se desbocó la fiebre de la plata en Cuevas del Almanzora tras encontrar ricos yacimientos de galena argentífera a mediados del siglo XIX. Algunos hicieron gran fortuna, pero otros, de los que nadie se acuerda ya, se buscaron la ruina.

Los que invirtieron en las cinco minas ricas del barranco del Jaroso que se llamaron Carmen, Ánimas, Esperanza, Estrella y Observación multiplicaron sus dineros por 1000 en apenas unos años. Pero no todos hallaron plata y plomo. La familia de doña Yesita no encontraba más que yeso, sulfatos y calcitas cuando excavaban en sus tierras.

¡Qué fastidio! De eso había demasiado en la región. De ahí les vino el nombre, su mote más bien, ya que todo habitante de Cuevas del Almanzora no se puede considerar del pueblo hasta que sus vecinos le pongan un mote.

Doña Yesita fue trabajadora y aplicada desde niña, como todos sus hermanos, sus padres, y sus tíos.
El yeso no daba mucho dinero, pero siempre se necesitaba. Y cuanta más construcciones, mampostería, y escayolas demandaba el crecimiento de la zona, más yeso le compraban a la familia de doña Yesita.

“Una de cal y otra de arena, hacen la mezcla buena” decía su abuelo que también trabajaba en la construcción.

Y cuando acabó el auge de la minería, las casas seguían en pie, y necesitaban arreglos, y revoques, y yeso y mas yeso. Así que ricos no se hicieron de golpe, pero a poco, a golpe de paleta y de sacos de escayola,
poco tuvieron que envidiar a los mayores terratenientes de la villa.

Doña Yesita se casó con un buen hombre del vecino pueblo de Macael, de donde se extraen unos mármoles de tal pureza, que han sido catalogados como “oro blanco”.

El espíritu trabajador y solidario de esta familia caló hondo en la zona. Sus descendientes siempre trataron que la riqueza procedente de sus canteras revirtiera en el bien de su tierra y de sus gentes.

Y para colmo, uno de aquellos nietos de nietos, cautivado por la magia cristalina del yeso descubrió la Geoda mas grande del mundo, o casi, mire usted por donde.

¿Y dónde? Pues en Pulpí, aquí al lado.