Que sería de un pueblo sin su doña Redoña. Esa mujer cotilla y metomentodo que da igual la época, el progreso o la tecnología, nos recuerda que el ser humano sigue siendo básicamente el mismo.

Pero la doña Redoña de Cuevas del Almanzora va un poco más allá…

Resulta que en la playa de Palomares, al sur de Villaricos cayó una bomba atómica. ¡Fue un accidente! Un avión B-52 norteamericano se estrelló y se le cayó una bomba, que por suerte no explotó ¿O sí? Que le pregunten a doña Redoña. ¡Fueron 4 bombas termonucleares! Dos de ellas explotaron al caer, aunque fue una explosión convencional que no llegó a activar la reacción en cadena, otra se hizo añicos y la cuarta se perdió en el mar. Durante 80 días una docena de barcos de guerra y submarinos la buscaron sin resultado, hasta que Paquito, un pescador de la zona a quien luego apodaron el bomba, les dijo donde estaba. Y es que Paco el de la bomba la había visto caer mientras faenaba.

¡Si casi le dio en la cabeza! ¡Menudo susto se llevó!
Los americanos alegaron que el incidente no tuvo repercusiones y que la radiactividad fue mínima. Como compensación construyeron el Parador de Mojacar.
¡Pero Palomares pertenecía a Cuevas!, se indignó doña Redoña. Como represalia se apresuró a hacer publico un chisme top secret que conocía. Los de la CIA habían ido al ayuntamiento de Mojacar a examinar, o más bien desaparecer, unos archivos. Por lo visto Walt Disney, sí el de los dibujos animados, era hijo de una mojaquera que emigró a Estados Unidos y acabó dando a su bebé en adopción para que tuviera mejor vida. ¡Buena visión tuvo la mojaquera! El caso es que los de la CIA se alojaron en Cuevas y comentaban su misión en inglés seguros de que nadie les entendería en ese pueblucho. Y doña Redoña, que había estudiado en Inglaterra y hablaba inglés perfectamente, se enteró de todo.
¡Qué se creían esos americanos! ¡Cuevas es mucho más que cuevas!
Doña Redoña aprendió que con todos los cotilleos que conocía era más bonito ayudar que criticar. Se convirtió en una gran alcahueta, que supo presentar a quienes se gustaban. También supo poner en su sitio a quien lo merecía. Y es que la información es poder. Con todo lo que aprendió de tantas personas durante tantos años ayudó más que el mejor psicólogo. Doña Redoña no se casó, ni tuvo hijos, pero nunca estuvo sola porque había hecho de todo el pueblo su familia.

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